Señor Director:
Mucho se ha criticado el antropocentrismo por poner al ser humano al centro de toda reflexión. No cabe duda de que es necesario integrar el respeto al ecosistema con su diversidad en flora y fauna. Para ello es esencial poner la mirada fuera de nosotros mismos, de modo de no avanzar hacia un antropocentrismo negativo, es decir, antihumanista, que promueva la destrucción del ser humano.
Y es que en este marco hermenéutico no se abandona el narcisismo característico del antropocentrismo, sino que se lo refuerza desde el tánatos o pulsión de muerte. Es así como surge la cultura de la muerte en cuyo marco el humano sigue siendo el centro y todo lo demás es la excusa, pero no en pos de su beneficio, sino de su destrucción.
Es en este registro que podemos decodificar el avance de la propuesta de aborto sin límites y la defensa de derechos de la naturaleza. Sobre este último punto cabe recordar a quienes se acomodan en el podio de la corrección política que, de 184 países ordenados de más a menos contaminante, Chile se ubica en el lugar 140 y que solo China y EE.UU. suman el 44% de las emisiones del mundo (UE). En otras palabras —si aceptamos la tesis de que el cambio climático es resultado de las emisiones de CO{-2}— Chile pesa menos que un paquete de cabritas en la posibilidad de aportar a la solución. De ahí que deba concluirse que las medidas draconianas que se promueven en la Convención Constituyente tengan dos posibles orígenes: la ignorancia o el antropocentrismo negativo que conduce a la opresión de los ciudadanos y destrucción de la economía bajo la excusa de que estamos salvando al planeta.
Vanessa Kaiser
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